domingo, 8 de abril de 2012

El poema de Günter Grass

¡Vaya la que ha armado Günter Grass con su poema! Las reacciones han sido rápidas y extremas: La declaración de persona non grata por el gobierno de Israel.
Y sinceramente, no lo entiendo. Son numerosas las personas que diariamente atacan verbalmente a Israel y le acusan de todo, y no hay ninguna reacción que se asemeje a ésta. ¿Que tiene de especial Günter Grass?


Si no fuera por la repercusión que la medida puede tener sobre él (supongo que limitada, simbólica), yo creo que tiene que estar encantado, pues un poema que lo iban a leer un número limitado de personas, se ha convertido en el centro de una polémica mundial, lo que ha hecho que lo publiquen en infinidad de diarios y páginas en la web.
Sin valorar el contenido político del poema, ni la figura de Günter Grass (su pasado militante, su importancia en las letras mundiales, etc.) me parece que está por encima de todo la libertad de expresión y el derecho que todos tenemos a expresarnos. Yo creía que eramos maduros como para leer la opinión de cualquiera (el poema no deja de ser una opinión personal) sobre cualquier tema sin que nadie se escandalice.
Si ese mismo texto lo firma otro, la reacción hubiera sido bien distinta.
Y lo que tampoco entendemos es el hecho de que lo haya escrito en verso (¡hay que ser rebuscado!). ¡Con lo difícil que es leer un poema! Aunque pensándolo bien, si lo hubiera hecho en prosa, igual pasa desapercibido.
¡Como estamos complicando este mundo entre todos!

Para quien no lo haya leído, aquí va una traducción de Miguel Saenz, publicada en la edición digital del diario EL PAÍS
Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,

sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo Iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.



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